Alejandro Rodriguez-Refojo
Cuerpo en ceniza inmóvil, mar gris paralizado, aire antiguo pero fresco:
El instante tejido por Cristina Gámez nos transporta a un tiempo remoto que sigue , todavía, sucediendo en el sueño de ese mismo instante. Pero el verdadero y original sentido de tal transporte es otro. Como se sabe, la Modernidad ha asimilado instante y eternidad y, casi siempre, en ese movimiento analógico, se ha partido de aquél para llegar a ésta. Por el contrario, estos cuadros de Cristina Gámez nos llevan de la salida ubicua de lo eterno al centro mismo del instante; acaso porque las formas y tonos que ella emplea tienen mucho de mortuorio. Partimos, entonces, de la muerte para llegar a la vida: ceniza ardiente y viento quieto. En efecto, el tenso estatismo de las figuras procura, no ya la sensación de un tiempo inmemorial, sino de un tiempo eternizado en el origen, un tiempo que muere y nace a cada instante, y que recuerda algunas formas del arte antiguo, o aquel magnífico poema de Seferis titulado “Engomi”.
De pronto yo caminaba y no caminaba
miraba los pájaros volar y eran de piedra
miraba el aire del cielo y era opaco
miraba los cuerpos pelear y estaban quietos
y en medio de todos ellos ganaba la luz una figura (…)”
Sería inútil, sin embargo, buscar referencias exactas a este tono arcaizante que Cristina Gámez ha confeccionado, pues con su mágico telar transmuta lo viejo en nuevo, “make it new”, y un aire sin tiempo se ilumina al pasar por el vivo pulmón del telar, cuya respiración salmodia la trama de la quietud primera; como si pudiéramos leer en la súbita paralización de las figuras la historia entera del hombre, condensada en un solo ademán: Porque toda la intensidad y la tensión del último gesto está aquí: el pensamiento atrapado en la hilazón grisácea de su tela, sorprendido por el sueño de la muerte.
Cristina Gámez ejerce, sobre todo en esta serie, de Átropos: no sólo teje sino que corta. Muerte y vida entrelazadas, movimiento y quietud en el tejido que atraviesa, como el hilo el ojo del instante, el tiempo inmenso de lo creado.